lunes, 1 de agosto de 2016

SUPUESTAS REVELACIONES PUBLICADAS POR MONS. FELLAY EN EL COR UNUM 60 DE 1998 - Parte 7 (final)




En esta última entrada con extractos de las "revelaciones" que Mons. Fellay mandó publicar en el Cor Unum 60 de 1998, ustedes leerán lo que se podría llamar, con bastante benevolencia, "la extraña teología de la separación trinitaria de Mme. Rossiniere", así como el texto íntegro de la insólita "conclusión" redactada por el Superior General de la FSSPX.



DEL AMOR "HECHO SUFRIMIENTO"

« (…) “¿Por qué me has abandonado?”

(…) Jesús va a morir. El último acto de la Redención se llevará a cabo, este acto inaudito que hará el “consumatum est”. De común acuerdo, el Padre y el Hijo aceptarán ser “separados” en el Amor que les une, separados por el pecado de los hombres que entra en ese momento en el corazón de su amor, plenamente redentor en la Humanidad de Cristo. El intercambio del don entregado y del don recibido se borra en la conciencia del Redentor, la Presencia del Espíritu Santo parece desaparecer, roto en su centro por nuestro rechazo: SEPARACIÓN divina que penetra el Corazón de Cristo, del Verbum spirans amorem, introduciéndose en su Humanidad pasible por esta dimensión personal redentora, al mismo tiempo que se deja invadir totalmente, en su conciencia humana, por la noche de nuestro rechazo de amar.

En el Corazón del Redentor, el Espíritu Santo se hizo sufrimiento, porque Cristo Sacerdote se hizo pecado por nosotros y esto en toda su conciencia humana, en este instante supremo donde grita el abandono por el Padre. ¿Quién puede comprender lo que significa para Jesús esta aceptación de padecer su separación de amor de con el Padre, con Quien no es más que UNO? Él se sabe Hijo, y esta realidad filial es precisamente el soporte de este Sacrificio de amor. La rasgadura que entra en la conciencia de la UNIDAD del Padre y del Hijo, la “separación” que nuestro pecado introduce en el amor interior a esta unidad, manifiesta lo que significa en realidad nuestro pecado frente al Amor que Dios nos da… “No perdonó a su propio Hijo”. (...) 

La unidad y la separación. Es de este misterio que vino mi vocación. Y es este misterio que me transportó en los sufrimientos y las alegrías “más allá de los límites humanos”. (…) » 8 de marzo de 1997.

***


CONCLUSIÓN

"Estimado lector que has llegado hasta aquí, has ciertamente percibido a través de las líneas que acabas de leer que la obra presentada sumariamente en este pequeño trabajo es grande y grave.

Una invitación a vivir radicalmente, absolutamente nuestros estatutos en lo que tienen de exigencia, de sublimidad para llegar al objetivo: la santidad del sacerdote. Nuestra vocación y nuestro sacerdocio son sumergidos en toda la profundidad del misterio de la Redención. Es nuestro deber, un deber de estado, de tomar esto muy en serio.

Junto al aspecto vertiginoso, infinito, de la exigencia sacerdotal: participar, como causa instrumental del Soberano Sacerdote Nuestro Señor Jesucristo en la salvación de las Almas, en su rescate, en su santificación, principalmente en el acto del sacrificio de la Cruz, se añade otro abismo: la crisis de la Iglesia, esta pérdida, también vertiginosa, de la percepción de su carácter esencialmente sobrenatural, crisis que toca al sacerdocio con toda su fuerza.

Mons. Lefebvre nos indicó, en nuestros estatutos, en sus comentarios, en su vida, que la FSSPX se debe integrar en esta doble perspectiva de santidad y de combate contra quien se opone a la santidad del sacerdocio de la Iglesia. Se trata de la verdadera renovación de la Iglesia, según los libres designios de Dios Todopoderoso. ¡Qué responsabilidad para nosotros, miembros de esta Fraternidad!

La obra que se presenta aquí, relevante en el orden de la revelación privada, cuadra perfectamente con nuestros estatutos, nuestra finalidad, y también en el combate actual. Ella se presenta como un hueso [los hispanos no podemos menos que responder: "a otro perro con ese hueso, Monseñor"]. Hay algo poco atractivo en la superficie, pero si nos damos un poco de molestia en raspar un poco… brota un tesoro de gracia, nosotros somos testigos de ello

Revestida en varias de sus partes del sello de la Iglesia, ella nos parece revestida de suficiente autenticidad para que nosotros no dudemos, en cuanto Superior general, a aceptar con gratitud el don que nos es ofrecido y a entregarles aquí un anticipo de este tesoro. Cada quien es libre de extraer de él lo que quiera, lo que pueda. A quienes muestren interés, les comunicaremos más detalles sobre las diferentes facetas de la obra, tal y como son descritas aquí.

Ardemos del deseo de ver a todos los miembros de nuestra querida Fraternidad tomar más profundamente y dejarse inflamar por su vocación sacerdotal. Pueda este nuevo don del Cielo fortalecerse y consolidar el lazo de la caridad en nuestra Fraternidad para que ella cumpla más eficazmente el fin por la cual fue fundada.

En la fiesta de la Santísima Trinidad
+ Bernard Fellay"

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Leer el Suplemento del Cor Unum 60 de 1998 (en francés)

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