miércoles, 20 de enero de 2016

COMENTARIO ELEISON Número CDXLIV (444) - Enero 16, 2016

¿Caos incomprensible?
 Si me libero de todos los anclajes de mi mente,
¿Cómo puede sorprenderme encontrar el caos?
Un lector reflexivo de estos “Comentarios”, de los Estados Unidos, hizo algunas observaciones inteligentes hace algunos meses. He aquí: la “libertad religiosa” realmente ha llegado para quedarse aquí en las colonias. Un juez federal “católico” encarceló a un pastor protestante del condado por rehusarse [éste] a expedir licencias de matrimonio del mismo sexo. Los bien intencionados defensores del pastor siguen citando la “libertad religiosa”, sin darse cuenta que esa libertad religiosa es precisamente el problema, no la solución. Increíble. Descendemos en el caos moral, y nadie parece entender por qué". “Descendemos en el caos moral, y nadie parece entender por qué”. ¡Bien dicho! Pero los “Tradicionalistas” que toman en serio la Tradición deberían poder resolverlo.
Es porque tomo a la Tradición seriamente, que entiendo que la DOCTRINA es lo primero; en otras palabras: que la religión Católica no es sentimentalismo, moralidad y Misa, sino que es un conjunto de realidades doctrinales que gobierna tanto la moral como la Misa. Estas realidades doctrinales comienzan con la existencia de Dios Todopoderoso, de quien depende que a cada momento que toda la creación se mantenga en la existencia, mientras Él, sin cambiar en lo más mínimo, podría borrar todas las cosas de la existencia. Él mismo crea cada alma humana al momento de la concepción, con el propósito de que ésta use el libre albedrío con que Él la dota para escoger vivir y morir de acuerdo con Su inmutable Ley moral, para que pueda pasar su eternidad gozando en el Cielo con Él. El libre albedrío, si es genuino, significa que las almas pueden escoger romper Su Ley, y si no se arrepienten, ellos estarán escogiendo pasar su eternidad desafiándolo en el Infierno. Y se quebrarán ellos mismos pero no Su Ley. Esta Ley está compilada en los Diez Mandamientos, y no es una ley arbitraria, sino que es adecuada a la naturaleza humana para la cual fue hecha, tal como el manual del fabricante corresponde a la máquina para la cual fue hecho.
Ahora bien, el Sexto y Noveno de esos Mandamientos ordenan a los seres humanos usar correctamente el mecanismo reproductivo dispuesto en sus cuerpos. Este mecanismo no es un juguete, sino un instrumento sagrado diseñado por Dios para formar familias aquí abajo a fin de poblar allá arriba el Cielo. Ni dos hombres ni dos mujeres, sino solamente un hombre y una mujer juntos, pueden tener hijos y formar una familia; y como poblar el Cielo es un asunto sagrado, romper de cualquier modo esos dos Mandamientos, pronto se vuelve tan grave como para merecer la condenación eterna. “De Dios nadie se burla” (Gálatas VI, 7). Por lo tanto, la frustración homosexual del acto del matrimonio es una de las cuatro ofensas en contra de Dios que claman venganza al Cielo, como enseña la Iglesia Católica, y el “matrimonio” homosexual es, por añadidura, una burla a la santa Institución de Dios. En toda esta doctrina no existe ni una iota de caos.
Entonces, ¿de dónde viene el caos? Del liberalismo. De la falsa religión del liberalismo. De hacer de la libertad un ídolo. En Romanos I San Pablo insiste en que este pecado que clama venganza al Cielo en particular, se deriva de la idolatría. Es después de que los hombres rompen el Primer Mandamiento, que Dios los abandona a las oprobiosas prácticas contra el Sexto Mandamiento, sin duda esperando que la viendo la vileza que hay en romper este último, despierten para ver a la más grande vileza, aunque más difícil de reconocer, que hay en romper el primero. Que nuestra libertad se transformó de un ideal en un ídolo, en nuestros días es cada vez más difícil de reconocer, porque la idolatrada libertad religiosa avanza exitosamente desde hace más de 200 años, y nada parece más natural. Los hombres han perdido todo el sentido del verdadero Dios. Por el contrario, la libertad religiosa es la libertad suprema, sin la cual todas las otras libertades parecen pequeñas.
Y la libertad termina desquiciando las mentes de la gente: “Cualquier verdad o realidad que pretenda imponerse en mi mente es una disminución de mi libertad, por lo tanto me niego a reconocerla, a menos de que me convenga. Muchas reglas morales no se hacen cómodas. Las rechazo en el nombre de la libertad. Por lo tanto, desciendo en el caos moral convencido que estoy ejercitando un derecho sagrado mío, pero no puedo entender por qué termino en el caos mental y, en consecuencia, social. Pero yo mismo he desquiciado mi mente y dejado a la deriva mi sociedad”. El caos es completamente comprensible.
Kyrie eleison.